En esta levedad, en mi ceguera, te amaso en esta noche devastada.
te amaso de mi mismo, del barro mismo que he sido.
En medio del silencio se escucha la plegaria de un dios abandonado.
En el silencio irrepetible lacero mi carne con los dientes de las ratas
y poco a poco mis venas se convierten en tu garganta que jadea y gime.
Lentamente dibujo tu forma; en el lindero esquivo de los delirios, me das vida con el calor que brota de tu lengua.
Esculpo con tu voz un signo, una premoción, un crimen.
II
Se envuelve tu carne en mi carne y somos uno solo aplastados por nuestras soledades juntas.
III.
Ser veneno, la sangre.
mi rostro reflejado en los ojos de los atormentados.
Si tan solo pudiera ser la carne o el cuchillo o alguna futura cicatriz en la altivez de tu espalda carcomida por mis ojos ácidos.
Que le diré al cuerpo que huye hacia mi, hacia mi, hasta el lindero de mi propia desolación; que le diré si yo mismo escapo de aquellas sogas hechas de nervios y de espasmos dolorosamente oscuros.
martes, 14 de diciembre de 2010
lunes, 13 de diciembre de 2010
jueves, 23 de septiembre de 2010
en la ciudad encuentro las ruinas y las sombras.
El veneno de las serpientes que envenena mi oscura soledad.
El silencio atestado en el caos de sus ojos.
En la ciudad encuentro el eco de un disparo, la muerte anunciada en las paredes que caen vencidas como escarcha del tiempo.
En esta sucia ciudad mis pasos no soportan la bendición negada ni extrañan a ese Dios que nos tiene en olvido.
Esta ciudad es ir, el ir, el irse siempre, dejando entre la fuga pedazos de la carne de ese ser que no soy en mis ausencias vagas.
La ciudad de la ruina siempre me ofrece a otro reflejado en el charco; en la vitrina un reflejo abandonado de mi me deja a la intemperie y luego se desploma hasta hacerse pedazos bajo mis pies desnudos.
El veneno de las serpientes que envenena mi oscura soledad.
El silencio atestado en el caos de sus ojos.
En la ciudad encuentro el eco de un disparo, la muerte anunciada en las paredes que caen vencidas como escarcha del tiempo.
En esta sucia ciudad mis pasos no soportan la bendición negada ni extrañan a ese Dios que nos tiene en olvido.
Esta ciudad es ir, el ir, el irse siempre, dejando entre la fuga pedazos de la carne de ese ser que no soy en mis ausencias vagas.
La ciudad de la ruina siempre me ofrece a otro reflejado en el charco; en la vitrina un reflejo abandonado de mi me deja a la intemperie y luego se desploma hasta hacerse pedazos bajo mis pies desnudos.
lunes, 12 de julio de 2010
Algo huye de mi...
en medio de la noche y la agonia.
En mi destino incierto, palpo mis huesos entibiados por el sol generoso.
Enero.
La lluvia anunciada.
La ausencia, el olor de la tierra.
Tanto que agradecer ahora que busco mi alma bajo el agua fangosa.
Tanto que soportar ante la humillante amenaza de los buitres.
en medio de la noche y la agonia.
En mi destino incierto, palpo mis huesos entibiados por el sol generoso.
Enero.
La lluvia anunciada.
La ausencia, el olor de la tierra.
Tanto que agradecer ahora que busco mi alma bajo el agua fangosa.
Tanto que soportar ante la humillante amenaza de los buitres.
domingo, 4 de julio de 2010
Yo solo sé que con este cuchillo le sacaron los ojos.
Y solo sé que esta puta se pintó los labios con la sangre de un rey.
Este es el rojo que inventó Omar Rayo para pintarle los labios-puñales a las prostitutas.
Este es el rojo de la furia y de mis locuras.
Este es el rojo que inventó Omar Rayo cuando una puta besó los ojos cercenados de Edipo.
Y solo sé que esta puta se pintó los labios con la sangre de un rey.
Este es el rojo que inventó Omar Rayo para pintarle los labios-puñales a las prostitutas.
Este es el rojo de la furia y de mis locuras.
Este es el rojo que inventó Omar Rayo cuando una puta besó los ojos cercenados de Edipo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)